Ella cierra los ojos.
No le habrá visto pasar otra vez.
En la oscuridad de los ojos cerrados reencuentra el olor de la seda, de la tela de seda, de la piel, del té, del opio.
La idea del olor. La de la habitación. La de sus ojos cautivos que pestañeaban bajo sus besos, los de ella, la niña.
'El amante de la China del Norte' (Fragmento) - Marguerite Duras.-
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