Me gusta que no estés loco por mí,
me gusta que no estoy loca por ti,
y que la pesada esfera del planeta tierra
no vuelva a girar a nuestros pies.
Me gusta poder ser imperturbable
y tener humor y ser incapaz de jugar con las palabras,
no enrojecer ante una ola sofocante,
cuando al rozarte con mis mangas me enciendo.
Me gusta también que ante mi presencia
abraces tranquilamente a otra, está bien,
incluso para mi, besar a otro
y que no me amenaces con las llamas del infierno.
Ese es mi dulce nombre, que ni de día, ni noche,
volverás a recordar, dulce amado,
y que en el silencio de la iglesia nunca
canten por nosotros: ¡Aleluya!
Con este mi corazón y con está mi mano: Gracias,
tú que – sin saberlo - me amabas tanto,
y, por mi paz nocturna,
y, por las raras citas a la hora del ocaso,
por los paseos que no dimos a la luz de la luna,
por el sol que no brilló está mañana sobre nuestras cabezas,
¡Ay de ti!, por no estar loco por mi
y, ¡Ay de mí! por no estar loca por ti.
Marina Tsvetaeva.-
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