Darcy se rió, y sintió alivio al oír que se trataba de una risa sincera..., o tan cercana como para suponer diferencia alguna. ¿Y por qué no debería permitirse reír con sinceridad? ¿Por qué diablos no? Amaba a su esposo, y le concedería el beneficio de la duda. De cualquier duda. No es que tuviera opción. Uno no podía apagar el amor -ni siquiera el amor con frecuencia ausente que tras veintisiete años a veces se daba por descontado- de la misma forma en que cerraba un grifo. El amor nacía del corazón, y el corazón dictaba sus propios imperativos.
'Un buen matrimonio' de Todo oscuro, sin estrellas (Fragmento) - Stephen King.-
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