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sábado, 26 de enero de 2013


Mi madre puso las cenizas de Dios en una lata vieja de menta francesa y la selló firmemente con cinta aislante roja.
—¿Dónde las esparcirás, Elly? —me preguntó.
—No estoy segura —repuse—. En algún lugar especial.
Hasta que me decidiera, dejé las cenizas en mi tocador, al lado de mi cepillo favorito, y por la noche, cuando el dormitorio estaba bien protegido en la oscuridad, veía lucecitas bailar en el aire, y sabía que esas lucecitas eran él.



'Cuando Dios era un conejo' (Fragmento) - Sarah Winman.-

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