—¿Cómo te morirás, Arthur? ¡Cuéntame cómo te morirás!
Se lo pregunté semana tras semana durante un año, hasta que, finalmente, él me contestó:
—Con una sonrisa en los labios.
Su desalentadora ocurrencia silenció mi morboso entusiasmo.
'Cuando Dios era un conejo' (Fragmento) - Sarah Winman.-
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