[...]Un reflejo plateado, semejante a un pez, se lanzó desde un macizó yendo a parar contra las piernas de Alain.
-¡Ah, estás aquí, Saha! Te estaba buscando. ¿Por qué no has venido esta noche a la mesa?
-Gurrumiau, gurrumiau -respondió la gata.
-¿Cómo que gurrumiau? ¿Y por qué gurrumiau? ¿Es esta la forma de hablarme?
-Gurrumiau -insistió la gata-. Gurrumiau...
A tientas, acarició tiernamente el esbelto lomo, más suave que el pelo de una liebre, y encontró bajó su mano las naricillas frescas, dilatadas por el apresurado ronroneo.
«Es mi gata..., mi gatita...»
-Gurrumiau -decía bajito la gatita-, gurrumiau...[...]
'La gata' - Colette.-
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